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AIRE DE CUBA

Gerardo Mosquera


El joven profesor norteamericano Ron Herman, quien organizó una muestra de Raúl Cañibano en California, ha contado en un documental su impresión cuando vio por primera vez las fotos del cubano. Estaba revisando portafolios en la Fototeca de Cuba, en La Habana, cuando Cañibano le presentó el suyo. Herman no sólo quedó impresionado al descubrir que la visión fotográfica de aquel era diferente a la predominante entre quienes participaban en el visionado, sino porque era difícil destacar una foto de las otras: en sus palabras, “everyone was exceptional”.

Su afirmación destaca, de un lado, el tremendo sentido de la imagen que posee Cañibano, la consistencia de su trabajo y su rigor técnico. De otro, y más importante, su singularidad. Hacer fotografía tipo Magnum en Cuba resulta difícil por exceso: las fotos ya están hechas en la realidad. Es demasiado tentador limitarse a registrar las imágenes fuertes que aparecen como en espera del click, sobre todo en las ruinas vivientes de La Habana. Queda muy próximo allí el peligro de caer en el facilismo, en la repetición de imágenes estereotipadas.

Cañibano no lo hace por su compenetración con el entorno que fotografía, por su “ojo” y sensibilidad particulares, y porque su centro y guía es profundizar en el ser humano, no reflejar un ámbito. En todo retrato –aun cuando sea indirecto– hay una operación de poder ejercida por el fotógrafo, que tiende a la instrumentalización de los sujetos fotografiados, a usarlos como objetos. No obstante, en las fotos del cubano (como, por ejemplo, en las de Paz Errázuriz) las personas retratadas conservan diligencia, interioridad y carácter. Este foco en las personas y en su agencia, y la simpatía y afectividad de Cañibano hacia ellas, alejan su obra tanto del exotismo como de esa estetización de la miseria que ha sido criticada en Sebastiao Salgado –uno de sus maestros inspiradores– y en otros fotógrafos.

Además, Cañibano (a la manera de Lu Nan en China y Cristina García Rodero alrededor del mundo) trabaja largamente, con paciencia y dedicación, temas muy amplios: la vida en el campo, en la ciudad, la vejez. Esto le permite compenetrarse con las personas y ambientes que fotografía, y disponer de abundante material de donde escoger. Ha trabajado siempre en Cuba, y siento tan profunda su compenetración con el país, que dudo podría hacerlo en otro lugar.

El comisario Juan Carlos Moya decidió mezclar en esta pequeña muestra varios de estos grandes temas, al parecer bajo el criterio de ofrecer un panorama de la diversidad de la obra del artista, no limitándose a presentar piezas clásicas. De este modo, nos permite apreciar hasta un par de las pocas fotos de Cañibano sin presencia humana. Por supuesto, no faltan algunas de sus obras maestras, como la del anciano acostado y el niño visto a través del mosquitero, una foto de belleza enigmática, como es la de los personajes a contraluz enmisteriados dentro de una atmósfera de neblina. Estas fotos “atmosféricas”, “húngaras”, que aparecen en la obra de Cañibano, resultan excepcionales en la fotografía documental cubana. En la exposición figuran también otras piezas clásicas: el niño con tocado de globos y los tres personajes en una azotea, la anciana con gatos y televisor… La muestra ofrece así una mirada de síntesis a la ya larga trayectoria del artista.

A pesar de su concentración en los personajes, las fotos de Cañibano van más allá del retrato espontáneo, documental. Lo que da mayor valor, densidad significante y originalidad al cubano es su capacidad para meter una multiplicidad de historias dentro de sus fotos. A menudo hay una persona en primer plano y, a la vez, varias otras que, a pesar de encontrarse al fondo o alejadas en los lados, revisten igual importancia que la figura en primer plano. Más allá: estos otros personajes realizan acciones individuales o expresan emociones que no tienen que ver directamente con lo que ocurre en primer plano, o hasta lo niegan. Hay varias cosas distintas pasando al mismo tiempo.

Esto provee a las fotos de Cañibano de gran dinamismo estructural, y de una composición narrativa múltiple. Tienen mucho que decir. En vez del “instante decisivo” de Henri Cartier-Bresson, las fotos de Cañibano captan a menudo varios “instantes decisivos” a la vez, todos sugerentes, significativos, y con frecuencia no conectados entre sí más allá del encuadre que los reúne. Las imágenes poseen una complejidad de relatos simultáneos, con una pluralidad de sentidos.

Tiene lugar lo que podríamos considerar una subversión de las reglas del primer plano, que pierde su jerarquía y protagonismo en beneficio de lo que pasa a su alrededor. Este alrededor no actúa como fondo sino, también, como figura, alterando la relación establecida entre estos elementos de la composición. La activación del fondo me recuerda la cinematografía de Gregg Toland y su introducción del enfoque profundo en la película El ciudadano Kane. Pero no menos importante es la multifocalidad de Cañibano: la cohabitación de acciones y expresiones en una sola imagen, que rompen su unicidad para destacar la simultaneidad de lo diverso.

Son imágenes inclusivas (el “ambos y” posmoderno de Robert Venturi, en contra del “uno u otro” moderno) que, en algunos casos, han sido calificadas de surrealistas a pesar de ser documentales. Ocurre debido al carácter insólito de las relaciones que a veces se crean en la coexistencia entre lo diverso y aún lo opuesto. También porque la poética de Cañibano no es realista en el sentido estrecho del término, a pesar de ser documental. El busca lo inesperado, lo sugestivo y extraordinario. Esta intención puede comprobarse en unos pocos ejemplos en que el fotógrafo hace escenificaciones, aunque estas nunca son rebuscadas ni contradicen el mundo de sus personajes.

En una entrevista, Salvador Dalí decía que Las meninas, el famoso cuadro de Diego Velázquez, era la pintura que contenía más “aire” en su interior de toda la historia del arte. Algo semejante ocurre en las fotos de Cañibano: es asombroso ver cuánto “aire”, cuánto mundo, es capaz de meter dentro de una imagen. No por usar lentes de ángulo ancho, sino por su capacidad para captar situaciones complejas en medio de la velocidad y espontaneidad propias de la fotografía documental. Sus fotos están repletas del “aire” de Cuba.


Raul Cañibano

Based in Havana, Raul Canibano is one from a young generation of Cuban photographers born after the Revolution whose images focus on the people and everyday life of his homeland.
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